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Nunca se lo he dicho a nadie, pero el día que me muera me gustaría que me hicieran un entierro vikingo. Que me pongan en una balsa hecha con madera y paja, que la prendan con una flecha (a lo "Barcelona'92" ) o con fuegos artificiales (a lo "fallas de Valencia"), y que dejen que me consuma o que me hunda en el océano. Lo que ocurra primero.

Antes habría querido que me incineraran y tiraran mis cenizas en el Cabo da Roca. Este lugar geográfico es el punto más occidental del continente europeo y está al 'ladito' de Lisboa. ¡Qué mejor lugar para decir "hasta la vista, baby"!

Fue casualidad que el día me trajera aquí. Después de un viaje en metro, un viaje en tren y un viaje en autobús llegué al fin del mundo. En el Cabo da Roca hay un faro, una cruz con una placa que lo reconoce y lo celebra, y mucha gente intentando hacerse la foto al mismo tiempo.

Es un sitio espectacular, pero desde que estuve allí me di cuenta de un fallo de mi "fúnebre" plan: el viento. Si, hace demasiado viento. Vientos húmedos, dominantes desde el océano hacia la costa. Puede parecer una tontería, pero el viento es clave la mayoría del tiempo. Si eres hombre y sabes lo que pasa cuando meas a contra viento, ya estarás haciéndote una idea de lo que le pasaría a mis seres queridos al abrir la tapa de la urna. Y si eres mujer te lo puedes imaginar sin mucha dificultad.

Siempre he sido un bromista, pero creo que esto se pasaría un poco de la raya. Aunque ya puestos... Alguien se preguntaba que si cuando morimos nos convertimos en polvo cuántos muertos habrá de debajo de mi sofá. ¿Y en mis pulmones?

Mientras le daba vueltas a ésto, dejaba que el viento le diera vueltas a mi pelo. Aunque helador, era agradable, me inspiraba y me dejaba pensar. Con una de esas ráfagas que te obligan a bajar la cabeza, encontré lo que estaba buscando.

Algo apartada, pero en un camino a la vista de todos, hay una tapa de registro cerrada con candados. Al principio debía de haber sólo uno, pero, cuando se puso de moda poner candados como símbolo del amor entre dos personas, la tapa se llenó. No hay otro sitio en todo el cabo donde ponerlos.

Conseguí hacerme un hueco para marcar con tiza una X en la tapa. Después, seguí mi día como si nada, mezclándome con la gente.

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